Quién pudiera… 

 

Dejar de ser sirena.

Renunciar a las caricias del mar.

Negarse a recorrer kilómetros en cada sacudida caudal.

Quitarse una a una las escamas para acalambrar la lujuria en cada herida.

Quién pudiera desplumar la envergadura de estas alas tiernas.

En pleno vuelo, hachar mis axilas de raíz.