Dejar de ser sirena.
Renunciar a las caricias del mar.
Negarse a recorrer kilómetros en cada sacudida caudal.
Quitarse una a una las escamas para acalambrar la lujuria en cada herida.
Quién pudiera desplumar la envergadura de estas alas tiernas.
En pleno vuelo, hachar mis axilas de raíz.